Siendo yo como soy, un discapacitado de mala muerte, y además andaluz, si elijo ir a un centro residencial para las personas de mi calaña, se paga al mes 3930 euros, no a mí, sino a la empresa que gestiona el centro. Eso debe ser super sostenible porque al tener la prestación económica de asistencia personal recibo 637 euros al mes, y para eso no hay dinero nunca, y por ese motivo hay que rapiñar cada céntimo, eso no debe ser sostenible. Pero eso me pasa por no ser un discapacitado de primera, de esos que tienen un papel que dice que poseo un 100% de dependencia, sino solo dice que tengo un 96%. Si no, con mi asistencia personal recibiría 747 euros al mes como mucho, pero me hace falta un puente para vivir bajo él. Y, desde luego, no me da para comprar un puente.
De momento no me puedo plantear a mis 51 tacos vivir fuera de casa de mis papaítos. Tampoco tengo empleo ni estable ni inestable. Ni protegido ni no protegido. Y no tengo trabajo desde que soy discapacitado. Porque me han quitado la habilidad de hacer cosas tales como dar clase o vender libros (el cole donde daba clases tiene una escalera que no la salvo ni de broma, y para vender un libro tendría que marcar referencia y precio en la caja registradora y resulta que no puedo escribir y el ajuste razonable, llevarme al asistente personal conmigo por ejemplo, no es tan razonable aunque a la tienda no le costara ni un chavo: así que dos puestos de trabajo que se perdieron, el mío de vendedor y el de mi asistente personal de asistente personal marca cajas registradoras).
Además, mi asistente personal no tiene el curso hecho de marcar cajas registradoras de librerías, por lo que no podría ejercer de asistente personal. Una pena. Tendré que echarlo e irme a vivir a la residencia de 3930 euros al mes o continuar en casa de mis padres hasta que revienten, porque no son unos críos, y eso me repatea. No el hecho de que no sean unos críos, sino el vivir con gente muy mayor cuando merecen ser mis padres, y nada más, y hacer sus cosas, no las mías.
Pero claro, pretender tener una asistencia personal medio decente es cosa de rojos sin remedio, aunque yo hice la mili en la legión, en Ceuta para más inri. Luego ya no sé bien lo que soy, puede que sea un facha, o un rojo. El motivo para hacer la mili en la legión es muy sencillo: era obligatorio hacer la mili, que eran 9 meses. Si optaba por la prestación social sustitutoria (la objeción de conciencia) tenía que hacer un servicio durante 13 meses. Al ser en cuerpo de élite cobraba la friolera de 10.000 pesetas (60 euros) en lugar de 3.000 pesetas que cobraba mi amigo, que estaba en San Roque en artillería. Al ser en Ceuta, o sea, fuera de la península me daban 30 días de vacaciones en lugar de 15 si hubiera estado en la península. Pero me siguen mirando raro, igual porque no explico esto.
Queda mucho más romántico para algunos pensar: “este tío estuvo en la legión”. Aunque para otros es una justificación perfecta para subrayar mis malas maneras: “¡mira este, que estuvo en la legión!”. Solo un secreto a voces para los que admiran sin paliativos a la legión: estamos en el siglo XXI. Las guerras en estos momentos se hacen a distancia. Sería más útil ser aviador o artillero o aprieta botones de bombas nucleares. Que si, que la legión con su cabra es muy vistosa y es buena para desfilar y cantar, para realizar la guerrilla urbana también si estuviera de los medios necesarios, pero para lo demás no tanto. Por otro lado, cuando hice la mili ya era “el estudiante” según decía el brigada Núñez. Adiós nuevamente a esa manía mía de querer pasar desapercibido, como nos pasa a muchos discapacitados.
De todas formas, eso fue en mi otra vida. En mi vida de persona no discapacitada, como diría Heráclito refiriéndose a bañarse en un rio. Pero tengo que preguntar si realmente, aunque el agua de un rio cambia a cada segundo y el paso del tiempo hace que yo cambie también a cada instante, ¿somos distintos tanto el rio como yo? ¿o somos seres dinámicos que nos transformamos permaneciendo el mismo ser? Con esto se me ocurre si era un ser humano antes (a pesar de ir a la legión), si lo soy ahora que soy una persona discapacitada, sino lo era antes ni ahora, o si lo soy antes y ahora. Menudo lío.
En cualquier caso y pasando por alto lo anterior, puedo olvidarme de mi libertad personal e individual, y hacer que los dueños de la residencia gestionen 3930€ mensuales, o bien puedo bregar con la administración para contratar el asistente personal que me dé la gana porque me viene bien y no me hace sentir un rompetechos. Además, puedo ir al cine donde tengo garantizada la primera fila, esa que da tanto tortícolis. O puedo quedarme en casa calladito que estoy más guapo. La verdad es que opciones no me faltan. Debería dejar de tanto quejarme.