Helsinki queda muy lejos, mejor intentar desestropiciar lo de aquí. A ver si de una vez fuera posible.
Reflexionamos sobre si en España existe un verdadero sistema de asistencia personal que conduzca a la vida independiente de las personas discapacitadas.
Como es normal, si yo estuviera todo el día en el cine, a estas alturas ya no tendría cuello a pesar de que dijera lo contrario.
Hay personas que piensan que, desde múltiples lugares entre otros mi pupitre, no se les da la importancia debida a las palabras.
A algunos lugares para cuya existencia mis padres, hermanos, amigos, y demás gente conocida pusieron dinero, no puedo entrar porque están mal diseñados y ejecutados.
Cabe preguntarse si el Estado español reconoce nuestro derecho a la Vida Independiente cuando está legislando de la manera que lo hace.
La desinstitucionalización pisará algunos callos, cosa que a las personas discapacitadas puede que nos convenga, pero también traerá muchos beneficios.
Habría que examinar la cuestión de la supuesta complicidad del ayuntamiento de Málaga porque sabiendo de la existencia de un delito o falta no lo sancionó.
Solo me queda formular una cuestión: ¿Desean nuestros poderes públicos seguir siendo parte del problema, o pasar a ser parte de la solución?
Lo malo es que la mayoría de las veces lo que nos sucede no es muy espectacular. Lo mismo sucede con la reacción del pueblo, simplemente no comprende que determinados hechos nos pueden afectar más o menos
Uno de los problemas a los que nos tenemos que enfrentar las personas discapacitadas es que, habiendo barreras y obstáculos que impiden nuestra plena participación
Hace no mucho tiempo, se dirigió a mi persona la señora Ellen Clifford, de la entidad británica Personas Discapacitadas contra los recortes (DPAC son sus siglas en inglés) muy extrañada y apenada de que en España, la izquierda y personas discapacitadas afines hubieran apoyado, y algunos casos promovido, la llamada ley de muerte digna. Como organización que son de izquierdas, contra las políticas de recortes contra las personas discapacitadas, anticapitalista, progresista, me remitía la carta que habían dirigido al diario inglés “Mundo Obrero” y su consiguiente traducción para que, dentro de mis posibilidades (humildes, le dije) la intentara publicar y hacer que se moviera por las redes. Se trata de hacer ver que esta norma no se encuadra en absoluto dentro de una ideología progresista, más bien lo contrario. Sin más, pongo el escrito tal y como me lo mandó (su simple traducción, según me dijo, le había costado la amistad de un individuo socialista contrario a sus postulados).
Con tono repelente dijo una persona: “A mí también me gustaría que no hubiera más guerras en el mundo, y el final del hambre, pero eso no va a ocurrir”. Parece el discurso conformista de quien ve una realidad que no le gusta a nadie, pero observa las cosas casi sin querer, y las comenta desde una atalaya intocable. Lo peor, en lo que a educación se refiere, es que no pronuncia estas palabras una persona a la que no le afecten directamente asuntos como el de la exclusión-inclusión. Más bien, es el discurso típico de personas que han asumido la discriminación que sufren hasta tal punto que ni admiten su mención.
ducha supuestamente accesible en piscina pública con barra peligrosa en la espalda del usuario

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